El Torío lleva meses gritando su soledad y su abandono, especialmente a su paso por Puente Castro cuando encara la recta final de su camino y ya acumula en su cauce los restos de los pueblos que no depuran, de las gentes que no cuidan, de los domingueros que no recogen, de las administraciones que no necesitan bañarse en las aguas de los ríos para refrescar sus escasos sofocos.

Los gritos del río, utilizando las gargantas de sus ribereños, han atraído hasta su orilla a muchos curiosos, gentes que sentadas a la orilla comprueban la verdad de los lamentos viendo bajar latas y basuras simulando ser truchas, observan la falta de trasparencia de las aguas y las administraciones, la desazón de sus peces por una dieta mortal, la añoranza de la vieja máxima de que el agua es vida.

¿Y la suciedad? Muerte.

El cartel ya lo avisaba: Es peligroso permanecer en el cauce del río. Cuando pensaron en el cartel lo escribían para prevenir caídas, que el agua te arrastrara, accidentes, ahogados.

El tiempo hizo que el cartel siguiera teniendo actualidad. Sigue siendo peligroso por las infecciones, los olores, las enfermedades...

La salud está en juego y como un juego se lo ha tomado quien se entretuvo en dejar un mensaje en clave, cifrado en una sopa de letras.

¿Qué dice? A leer y descifrar.